En Corea del Sur, un hombre de 95 años ha vuelto a poner en evidencia las profundas heridas que dejó la Guerra de Corea. Se trata de Ahn Hak-sop, un exsoldado norcoreano que pasó más de cuatro décadas en prisión por negarse a renunciar a sus convicciones comunistas y que ahora suplica ser repatriado a su país natal para pasar allí sus últimos días.
Ahn fue capturado en 1953, poco antes de la firma del armisticio que detuvo los combates entre el Norte y el Sur. Durante su reclusión, las autoridades le ofrecieron en repetidas ocasiones firmar un documento de “conversión ideológica” que lo desvinculara del régimen norcoreano, pero se negó y eso prolongó su encarcelamiento hasta 1995, cuando fue liberado bajo un indulto presidencial.
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Desde entonces, ha estado viviendo en Gimpo, muy cerca de la frontera, siempre con la esperanza de poder regresar al otro lado. En agosto de este año, intentó caminar hacia el Puente de la Unificación, llevando una bandera norcoreana y acompañado por activistas, en lo que él mismo llamó “su viaje final”. Sin embargo, las autoridades surcoreanas lo detuvieron antes de que pudiera cruzar.
El Ministerio de Unificación de Corea del Sur ha reconocido su caso como un asunto humanitario y ha asegurado que evaluará su solicitud, aunque advierte que cualquier decisión necesita coordinación con Pyongyang, lo cual es un proceso complicado en el actual clima de tensión.
Ahn insiste en que no busca privilegios, solo desea que sus restos descansen en la tierra donde nació en 1930. Su historia refleja la tragedia de miles de familias separadas por una guerra que, más de 70 años después, sigue afectando la vida en la península.
