La política no debería necesitar mártires. Ojalá esta carrera, con nombre propio, termine siendo un mensaje que nos una a todos.
El atentado contra Miguel Uribe estremeció al país. Ahora, una jornada atlética busca transformar el miedo en solidaridad y convertir las calles en un espacio de resistencia pacífica. “Correr por él es también correr por una democracia sin balas” es un mensaje claro que sus seguidores y amigos quieren plasmar en la carrera
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Este domingo, miles de ciudadanos saldrán a correr por Miguel Uribe Turbay, el precandidato al que intentaron silenciar a tiros en plena campaña. El evento, organizado por sus seguidores, no solo lleva su nombre y sus colores: también carga con el peso simbólico de una Colombia que se niega a normalizar la violencia política.
La carrera no es solo un acto de apoyo que entre otras no deja apagar su aspiración presidencial también es una forma de canalizar el miedo, la indignación y el deseo profundo de que las ideas se enfrenten con argumentos, no con armas. En un país marcado por décadas de polarización, este tipo de expresiones públicas pueden leerse como gestos de fe cívica, pero también como recordatorios del riesgo que sigue representando hacer política en Colombia.
Para algunos, la iniciativa podría tener tintes electorales; para otros, es una respuesta legítima desde el afecto y la esperanza. Lo cierto es que, más allá de las banderas, lo que ocurrió con Miguel Uribe no puede repetirse. Correr por su vida es, en el fondo, correr por todas las vidas amenazadas por pensar distinto.