La finalista del Premio Rómulo Gallegos y del Premio Médicis a la mejor novela extranjera publicada en Francia, El síndrome de Ulises, del escritor Santiago Gamboa, no pierde vigencia con el pasar de los años, al revelar de manera certera la difícil situación de los migrantes en el mundo contemporáneo.
Una obra que acaba de ser publicada en una edición conmemorativa, en la que Gamboa escribió un prólogo en el cual relata que comenzó su escritura cuando vivía en Roma, siendo parte de la migración, la misma que protagoniza esta novela.
El síndrome de Ulises, según los informes médicos, afecta a los inmigrantes ilegales o a quienes corren el riesgo de serlo. No se considera una enfermedad mental específica, sino una reacción al estrés extremo que implica un duelo emocional profundo y la dificultad de adaptarse a una nueva situación.
París es el lugar donde se desarrollan todas las historias contenidas en esta novela, pero no es la ‘Ciudad Luz’ con la que todos sueñan. Incluso ni la nombra. Gamboa se traslada a los suburbios, siguiendo el camino literario de Henry Miller y Bryce Echenique.
“Para mí fue una cosa como mágica leer sobre El síndrome de Ulises. La descripción de esa ‘enfermedad’ de inmediato me retornó a mi vida en París. Yo leía cada uno de los síntomas de dicha condición y era como si viera un álbum de fotografías de cada uno de los primeros años de mi experiencia en la ciudad francesa. Por eso me decidí por este título, porque creo que es el centro de todas las demás historias que presento en la novela. Es como la quintaesencia, con esa sensación de baja autoestima, miedo, hambre, precariedad total y lo que eso produce físicamente, como la deshidratación y la mala alimentación”, comentó en su momento el narrador.
El autor vivió en París durante siete años, de 1990 a 1997. Las experiencias de esos años, unidas con las de otros extranjeros en la ciudad, fueron el insumo perfecto para la creación de esta novela.
En El síndrome de Ulises aparece un París que no tiene tanta literatura como el otro: el París bonito, de los museos, los cafés, las avenidas y el río Sena. La novela se desarrolla en una ciudad de suburbios, de inmigración, de gente jodida, de hambre y miedo. Es el antimito del París que siempre han vendido, lejos de la moda y su arquitectura.
“La gente que tiene dinero vive feliz en Europa y encuentra el París de ensueño que nos han vendido. Las personas que llegan a buscar dinero no ven esa ciudad; de hecho, los personajes siempre hablan de esa ciudad a la que no han podido llegar, a pesar de que están allí. Los inmigrantes, en condiciones económicas desfavorables, llegan a los suburbios, a la periferia, a los barrios de delincuencia, lejos del París ‘hermoso’, que no existe cuando se llega en esas condiciones, como le ocurre a la mayoría de quienes dejan sus tierras”, continuó Gamboa.
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Su idea no era hacer un libro sobre latinoamericanos en París, sino uno basado en la inmigración en general a la capital francesa. “Eso me parece más importante, porque le da más realismo y lo convierte en un libro mucho más ambicioso, porque uno tiene que medírsele a escribir cosas grandes”.
Escrito en primera persona, va narrando una serie de hechos relacionados con la vida del autor. «No las narro con el deseo de contar mis experiencias en esa ciudad. Yo quería hacer una novela, y para ello utilicé experiencias mías, y esa primera persona da siempre esa sensación de que el autor está plasmando exactamente su vida como supuestamente pasó, y eso le da fuerza al realismo que se busca en la novela”.
En medio de las historias de inmigrantes, surge la vida de Néstor, un colombiano enigmático que, de un momento a otro, desaparece de la ciudad.
“Es una intriga que tiene como objetivo básico mostrar que una vida, por más insignificante y miserable que parezca, tiene gran cantidad de momentos bajos, medios y altos. También eso me permitía llevar al lector, porque necesitaba contarle algo más y no solo mis impresiones sobre la vida de los inmigrantes”, puntualizó.
Confesó que París le generaba mucha angustia. Incluso reveló que, una vez se fue de dicha ciudad, duró mucho tiempo con miedo, a tal punto que pasar por el aeropuerto le daba pánico y sentía angustia otra vez.
“Era una sensación irracional pero real, que fue lo que viví en muchos años en París. No era miedo a la policía, era miedo a enfermarme, a no poder pagar el alquiler de mi habitación; era un miedo permanente. Incluso en París, los últimos años vivía bien: era rico, tenía dos sueldos altos, salía a comer todos los días, tenía carro. Vivía bien, pero nunca llegué a esa ciudad que había soñado”.
Fue tan traumático escribir este libro, que al terminarlo volvió a Bogotá, llegando tan mal que incluso estuvo hospitalizado por síndrome de fatiga crónica.
Ahora, para conmemorar estos 20 años, se ha publicado una nueva edición para reencontrarse con sus lectores y llegar a nuevos en tiempos donde el tema de la emigración está más vivo que nunca en todas partes del mundo.
(Colprensa)