Cartagena vivio hace poco una semana muy diferente; en sus calles, plazas y escenarios ya no caminan escritores, científicos, músicos y una variada amalgama de visitantes que celebraron las bodas de porcelana del Hay Festival.
En sus 20 años, la fiesta de las ideas 2025 volvió a convocar a públicos de todas las edades, orígenes e intereses, quienes compartieron su amor por la cultura, la curiosidad y la originalidad de los saberes, así como diversas posturas. Todo esto ocurrió en cuatro días de calor por la mañana y un frío similar al del otoño por las tardes. Cada momento fue contado, leído y escuchado, con historias reales, imaginarias y diversas.
Por primera vez en este encuentro, el festival contó con la participación de tres ganadores del Premio Pulitzer, quienes se unieron a más de 190 invitados y a una cifra récord de 70,135 asistentes, que disfrutaron de 215 actividades sobre diversos temas de interés para comprender los espacios reales y su futuro.
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Mientras recogían los libros expuestos por la Librería Nacional, muchos de los cuales fueron vendidos para buscar luego la firma de sus autores, uno de los empleados colocó meticulosamente en una caja los libros guardados y recordó lo que dijo el Nobel Gabriel García Márquez:
“Si bien la literatura es un producto social, el trabajo literario es absolutamente individual y es, además, el trabajo más solitario del mundo. Nadie te puede ayudar a escribir lo que estás escribiendo. Ahí estás completamente solo, indefenso, como un náufrago en la mitad del mar”.
De voluntarios, anfitriones y soñadores.
«Veo a mucha gente joven, y eso me alegra mucho», dice el escritor cubano Leonardo Padura, quien presentó su nuevo libro, Ir a La Habana»
“Me gustan esas personas que vienen a trabajar, como bien dice el nombre, voluntariamente, a un evento cultural. Es muy bonito; mi saludo para todos ellos y mi felicitación por ese empeño”.
Padura se refiere a los voluntarios y anfitriones, personas que viajan desde diferentes lugares para trabajar sin esperar ninguna remuneración en el festival. Llevan una camiseta que los identifica, caminan rápidamente, acompañan a los invitados, reciben boletas, coordinan entrevistas y realizan mil tareas más desde las 7 de la mañana, sin saber a qué hora se irán a descansar.
Lia Misselwitz, quien vive en Berlín, llegó hace siete días a Cartagena para ser voluntaria del Hay Festival.
Una periodista le contó que se llevaría a cabo en Colombia, y tras intercambiar extensos correos solicitando participar, tomó su maleta. Su labor consistió en ser la anfitriona de la escritora norteamericana Susan Neiman, defensora de los derechos humanos.
“Ha sido un poco difícil porque mi español no es muy bueno y a veces cometo algunos errores, pero esta experiencia ha sido algo que intelectualmente me ha abierto mucho la mente”, dice con sus 18 años y ojos azules.
“Creo que volveré por muchos años más”, comenta, recordando cómo tuvo que correr para llegar al Centro de Convenciones, ya que su escritora Neiman llegó en un carro y no había espacio para ella. Por esas cosas mágicas del Caribe, llegó primero la joven alemana.
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Junto a Lia, se encuentra Gustavo Elías Valiente Mosquera, un profesor de español e inglés de Cartagena con una sólida formación en literatura. Cada enero, espera con ansias la llegada del Hay Festival, un momento que considera fundamental para su labor como voluntario. Su perspectiva sobre la lectura cambió radicalmente cuando un escritor, a quien tuvo el honor de acompañar, le ofreció un consejo invaluable: “Puedes tomar un libro, empezarlo y, si no te gusta, buscar otro, porque hay muchos libros para escoger”.
Gustavo llegó al voluntariado por un curioso accidente literario hace diez años. Una alumna le pidió que le tradujera una carta en la que expresaba su deseo de ser voluntaria. Desde ese instante, decidió que también quería ser ese buen acompañante en el Hay Festival.
En su colegio en el suroeste de Cartagena, se ha convertido en el maestro de otros soñadores y escritores en formación: sus alumnos.
Este año, el Festival seleccionó a 70 voluntarios tras un riguroso proceso de selección. Estos jóvenes se han involucrado con los invitados nacionales e internacionales, trabajando en la sala de prensa, apoyando la fotografía y en muchas otras áreas. Sus horarios varían según las actividades programadas.
Flor Martínez Castro, coordinadora de anfitriones y voluntarios del Hay Festival Cartagena, es una joven con un profundo conocimiento del oficio. “Somos jóvenes que disfrutamos lo que hacemos. Contamos con un bono alimentario y de transporte, pero no lo consideramos un pago; el verdadero pago es la experiencia y el encuentro con los escritores y los invitados”, explica con entusiasmo.
Con firmeza, añade que en el proceso de selección buscan afinidad. “Siempre nos hemos asegurado de que nadie se involucre solo por dinero”. A lo largo de estos 20 años y los que vendrán, la edad nunca ha sido un impedimento. En un momento de reflexión, la nostalgia invade sus ojos al recordar a Margarita Sorock, quien falleció en 2021. Esta mujer, con más de 70 años, se unió como voluntaria y aportó su impecable inglés.
“Los escritores a quienes fue anfitriona se acostumbraron a seguir su paso. Es maravilloso trabajar con los voluntarios”, dice Flor, dejando entrever la tristeza que acompaña el recuerdo de una gran compañera.
En el segundo piso de la sede del Hay Festival, la sala de prensa se convierte en un bullicioso centro de actividad. En una de sus paredes, una gran hoja de papel despliega la lista de escritores, junto con la fecha y hora de sus entrevistas, los tiempos asignados, los medios de comunicación involucrados y los números de contacto.
Un grupo de voluntarios de prensa se encarga de llamar, coordinar y, en caso de imprevistos, realizar los ajustes necesarios en esa hoja que todos pueden consultar. Esta agenda se convierte en un mapa que marca las letras y las horas, funcionando como un auténtico túnel del tiempo del Festival.
Todo opera con una precisión rigurosa. “La coordinación de prensa es un trabajo de conexión, de unir a los periodistas nacionales, internacionales y locales con los invitados, que son nuestros grandes protagonistas. Esto nos permite visibilizar sus voces”, explica Carlos Andrés Castro Macea, coordinador de prensa del Festival.
Castro destaca que en su equipo hay estudiantes voluntarios que, al participar por primera vez, valoran profundamente lo que significa conectarse con el ámbito cultural, creando recuerdos afectivos que perdurarán en su memoria.
Giulia Vicenzi Araujo, quien lleva tres años como voluntaria de prensa, es una joven entusiasta que disfruta traduciendo entrevistas. Tiene planes de estudiar teatro en el extranjero. “Me encanta el Festival y, por supuesto, volveré como voluntaria. Me siento cómoda traduciendo las entrevistas y conociendo a escritores importantes, premios Nobel, personas que han dejado una huella en el mundo”, comenta.
Añade que es un privilegio desempeñar su labor, facilitando que el lenguaje no sea una barrera y que la información sea accesible para todos. “Eso es lo que más me gusta: ser ese puente”.
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La universidad y la literaura.
A medida que los salones comienzan a desocupar, el Hay Festival no llega a su fin; aún persisten procesos logísticos como el transporte y otros requerimientos esenciales. Ana Mati Trujillo, de la empresa Gema Tours, desempeña un papel crucial en este proceso, liderando un equipo de jóvenes que se encargan de la logística del evento.
“Valoramos la oportunidad que tienen estos jóvenes universitarios que están creciendo en el sector y formándose, como los estudiantes de la Fundación Universitaria Antonio de Arévalo (Tecnar), quienes cursan carreras afines como Comunicación Social y servicios logísticos de eventos”, explica Ana.
En busca de una perspectiva más profunda sobre el impacto de estas experiencias en los jóvenes voluntarios, nos dirigimos al escritor argentino Rodrigo Quian Quiroga. Su último libro, *Cosas que nunca creerías. De la ciencia ficción a la neurociencia*, explora el funcionamiento del cerebro y ofrece una visión sobre los recuerdos que los voluntarios atesorarán.
“Me encanta ver su entusiasmo y curiosidad”, comenta Rodrigo, quien también subraya la importancia de reconocer el valor de estas experiencias. “Los invito a experimentar el aburrimiento. A veces, necesitamos detenernos a pensar; esos momentos de inactividad son cuando surgen las mejores ideas”.
Jose Barleta Verdugo, un joven de 18 años que ha estado cerrando un salón que durante cuatro días fue testigo de conversaciones sobre literatura, música, cine, medio ambiente, periodismo, democracia y racismo, comparte su experiencia. Estudiante de Comunicación Social en Tecnar, expresa:
“Fue una experiencia muy gratificante, una verdadera fiesta de las ideas. Soy muy joven y seguramente volveré por otros 20 años más, por el gusto de participar”.
Un legado de aprendizaje y creatividad
El Hay Festival no solo es un evento literario, sino un espacio donde jóvenes se convierten en protagonistas de su propio aprendizaje y crecimiento. A través de la interacción con escritores y la participación activa en la logística del festival, estos voluntarios no solo adquieren habilidades valiosas, sino que también desarrollan una apreciación más profunda por la cultura y el conocimiento.