Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos realizaron este miércoles un lanzamiento de prueba de un misil balístico intercontinental desarmado, el primero desde que el presidente del país, Donald Trump, anunciara su intención de retomar los ensayos con armas nucleares.
El misil, un ‘Minuteman III’, fue disparado desde la Base de la Fuerza Espacial de Vandenberg, en California, hacia la 1:35 del miércoles (10:35 horas en la España peninsular y Baleares), según informó el Departamento de Defensa en su cuenta oficial en la red social X.
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La cartera del secretario de Defensa Pete Hegseth precisó que se trató de una “prueba operativa” de un misil capaz de transportar hasta tres ojivas nucleares y reiteró su defensa de una “paz a través de la fuerza” bajo la dirección de la Casa Blanca y el Pentágono.
Ese mismo miércoles, y en respuesta al anuncio de Trump, el presidente ruso Vladimir Putin ordenó a su gobierno presentar propuestas sobre posibles pruebas con armas nucleares, recordando que Rusia no se desviará de sus compromisos internacionales. Sin embargo, advirtió que si Estados Unidos u otros países realizan este tipo de pruebas, Rusia responderá con medidas apropiadas.
Por su parte, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, indicó que Moscú espera “aclaraciones” por parte de la Administración Trump respecto a los ensayos anunciados, los cuales —según el secretario de Energía estadounidense Chris Wright— no incluirán explosiones.
Para justificar esta medida, Trump citó las últimas pruebas armamentísticas de Rusia, como el lanzamiento del misil ‘Burevestnik’ y el supertorpedo de propulsión nuclear ‘Poseidón’, aunque el Kremlin insistió en que dichos ensayos no equivalen a pruebas nucleares al no involucrar cabezas explosivas.
Un informe del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos, presentado en agosto, señaló que el país podría reanudar pruebas nucleares entre 24 y 36 meses después de que el presidente dé la orden. Ni Estados Unidos, ni Rusia, ni China han realizado ensayos de este tipo desde 1996, cuando el último fue ejecutado por Pekín; Moscú lo hizo en 1990 y Washington en 1992.

