domingo, septiembre 14, 2025
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Prohibir el video no cura la herida: la torpe reacción del Medellín ante su propia crisis

En el Atanasio Girardot no solo se juega fútbol. También se libra, hoy más que nunca, una batalla silenciosa por el control del relato. El video del arquero Washington Aguerre encarando a la tribuna tras el empate frente a Alianza FC fue incómodo, sí. Pero era real. Mostró la fractura emocional de un equipo que lleva cuatro finales perdidas y una hinchada que no encuentra consuelo.

Sin embargo, lo más preocupante no fue el altercado en sí, sino la reacción posterior del club: intentar silenciarlo.

El mismo domingo en la noche, el equipo de prensa del Independiente Medellín envió un mensaje contundente a los periodistas acreditados:

“Queremos recordarles la importancia de leer y aplicar el protocolo de medios de la Dimayor. Lastimosamente hoy, en la primera fecha de este semestre, muchos medios cometieron infracciones y serán sancionados hasta con la suspensión de su acreditación para el semestre. Para los medios no poseedores de derechos, tienen completamente prohibido grabar videos dentro del estadio, ni de tribuna ni de cancha. Únicamente en la zona mixta.”

El mensaje es claro: el club no quiere que lo incómodo se vea. El argumento es técnico y legal: respetar el protocolo de derechos. Pero el fondo es evidente: impedir que ese video siga circulando.

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¿Es esto defensa institucional o censura? La respuesta es incómoda: ambas cosas. Porque cuando la cámara muestra un gol o una celebración, Medellín no recuerda el reglamento. Cuando el club quiere difundir imágenes desde adentro, lo hace sin problemas. Pero cuando lo que se ve es el dolor de su propia hinchada y la reacción desbordada de su arquero, entonces sí aplican las normas al pie de la letra. Eso se llama doble rasero. Y es, además de injusto, una falta de respeto a su gente.

Esa hinchada que ha perdido cuatro finales seguidas. Que llenó estadios. Que lloró en silencio. Esa hinchada que, después del empate, no reclamó por odio, sino por amor. ¿De verdad creen que la solución es impedir que ese dolor se vea? ¿De verdad creen que prohibir un video es más importante que escuchar a la tribuna?

El fútbol no es solo festejo. También es tristeza. Y esa tristeza tiene derecho a ser contada.

Hoy, el Medellín enfrenta algo más grave que una crisis deportiva: está en riesgo su conexión emocional con su gente. El video es apenas el síntoma. El intento de censura es el verdadero problema.

El club debería recordar algo básico: lo que más ofende al hincha no es la derrota. Es sentirse ignorado.

La herida sigue abierta. Y censurar no es la cura.

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